martes, 11 de diciembre de 2018

Roma Sandoval



Roma Sandoval

Miro las fotos de la poeta Roma Sandoval. Aparecen en un fanzine que lleva un nombre japonés. Sale  su nombre: -Roma, Sandoval, digo de nuevo, como para mí mismo-. Esta junto a otros fotógrafos jóvenes antologados bajo la misma temática ¿El desnudo? -me pregunto a mí mismo. Y me respondo:- No. aunque en esas fotos se ve la superficie blanca de varios cuerpos, que se intuyen más que se ven, como sábanas en la última oscuridad del día, es decir, en esa donde apenas el único color que se distingue es el blanco o el gris. Pese a eso, estas fotos no tienen como temática el cuerpo. Aunque en verdad sí. O mejor dicho no y si.  El cuerpo, como superficie donde se trazan las heridas. El cuerpo como soporte de lo cotidiano y por ende de lo monstruoso o de la memoria de lo monstruoso. El cuerpo como soporte del quiebre y la derrota. El cuerpo y la mancha, fundidos en el borde del abismo, como la línea  de un horizonte que se apaga de a poco. Me gustan sus fotos. Son arriesgadas. No quieren ganar nada ni  decir con grandes aspavientos nada.
En nuestra charla, una charla entre buenos amigos en verdad, buenos amigos fotógrafos, lectores de poesía por cierto, me relata que una vez vio un libro de Catalina Jüger y descubrió que sin conocerse, la fotógrafa  citó, como epígrafe, uno de sus poemas. "Quedé sorprendida por la coincidencia y de inmediato le escribí. 
 Fue muy amable y me respondió que quería regalarme sus libros. El eje de la luna y Vigilia. Tiempo después  nos reencontramos y conocimos en talleres y en el Fifv.
E.V: ¿Te estabas dedicando a la fotografía cuando la conociste?
R.S: Si. Cuando descubrí la coincidencia del poema fue hace muy poco, de hecho el año pasado.
E.V: Me llama la atención que este poema te lo hayan incluido en un libro de fotos. Es como un gesto que te dice: tu camino siempre ha tenido que ver con las imágenes. Y te lo confirma.
R.S: De hecho cuando gané el premio municipal en categoría cuento, el relato se llama apuntes sobre fotografía análoga y trata de fotografía.
E.V: ¿Y de que trata?
 R.S: No sabría explicártelo. Son apuntes de una pareja de chicos que estudiaban fotografía.
EV: ¿Y qué fue primero, la fotografía o la poesía?
R.S: La poesía fue desde siempre, desde chica. Pero comenzó a preocuparme cuando grande, cuando estudiaba comunicación audiovisual. Me gustaba porque estaba todo ligado a la imagen. La poesía no la vinculé al principio. Mi carrera era igual muy tradicional: hacer guiones, de cortometrajes y de series. Cosas muy aterrizadas. Como que no nos dejaban experimentar con el lenguaje. Si bien uno escribe desde que es chico, es cuando grande que empieza a tomarle el peso al hecho de hacer poemas. Ahí la poesía se transformó en mi salida como experimental a lo que yo estaba estudiando. Porque en poesía puedes volarte la cabeza y haces lo que quieres.
E.V: ¿En qué minuto se juntan ambas, poesía y fotografía?
R.S: Se juntan cuando terminé de estudiar comunicación audiovisual y me di cuenta que no quería dedicarme a eso y dije: pero igual me interesa la  imagen, aunque no podía conciliar, porque nunca me dije yo quiero estudiar fotografía, sino que lo mío era  la comunicación audiovisual por la imagen en movimiento. Me gustaba porque podías usar más recursos. Sonidos. Historias. La foto  siempre la había visto como parte de eso. Como un fotograma. Cuando me titulé me di cuenta: la poesía son imágenes que uno construye, y que después trata de vincular; es más allá que un libro que trata de un tema. La poesía se une en las imágenes; las imágenes tienen que estar en armonía las unas con las otras o no en armonía pero que se relacionan de alguna forma. Por lo mismo la fotografía periodística no me gusta; me salgo de ahí. Me interesa la experimentación en todo sentido, y con la imagen lo mismo. Entonces siento que la poesía se vincula porque en la foto uno puede  experimentar  y crear imágenes que se vinculan no llegando a un tema, sino representando sensaciones, evocando cosas, puedes hacer que la foto  hable sola. Ahí resolví lo que me pasaba con lo audiovisual. Siento que la foto, una serie fotográfica, puede decir más que cualquier película.
E.V: Con la edición obviamente…. Sabes, en poesía me gusta mucho lo que hace Víctor Hugo Díaz; tú lees sus poemas y un verso con el otro no se relacionan aparentemente en nada. Hay poetas que los lees y sabes en que van a terminar sus poemas, en cambio el Víctor Hugo tiene cosas muy raras, son cosas inconexas pero que se relacionan en un estrato muy particular, muy profundo, y que tiene que ver absolutamente con la experiencia. La manera de editar sus imágenes poéticas me producen una sensación igual que tus poemas; que me generan una sensación como viscosa y perturbadora. Con tus fotos me pasa lo mismo. De hecho alguien te lo comentaba en instagram: “tus fotos son como viscosas”.  El fotoperidismo es algo absolutamente explicativo y hay fotógrafos que siguen  una edición bastante lógica; en poesía y fotografía pasa lo mismo. Hay poetas que construyen  buenos y malos poemas; en foto se construyen buenas y malas ediciones. En tu caso creo que tus fotos transitan por ese mismo hilo de extrañeza por donde van tus poemas y me gustaría hablar de eso. Las ideas que te dan vuelta. Como esos lugares del medio, que no son aquí ni allá. Las cosas son y no son. Los cuerpos no son ni masculinos ni femeninos, no se está ni  vivo ni muerto.
R.V: Son visiones de vida, donde todo es y no es y puede ser. Por eso me cuesta tanto hacer fotos menos borrosas. Lo hago no por un recurso estético, en mi es porque siento que las cosas mutan, las formas cambian. Nada es lo uno ni lo otro. Lo binario no lo veo. Pienso que todo cambia constantemente; ahora creo eso, pero no sé si tendrá relación con el inicio de los poemas, esos son vivenciales, son experiencias, experiencias deformadas. Es como si mi experiencia fuera una masa que estiré para todos lados y la volví otra cosa.
E.V: El otro día hablaba con una fotógrafa sobre el tema de la certeza. Lo que tienen mucho los fotorreporteros. Hace años estuve en Lun y uno me mostraba una foto con un foco perfecto  y me  decía viste, esta es una foto buena. Los colores, el tema, etc. Después me mostraba la foto de una chica arriba de un carrusel y me decía: esta es una buena foto.  Desde una certeza  que me daba vértigo.  Carlos Rivera Segovia en  cambio nunca le mostro sus fotos a nadie en 40 años, un gesto que era todo lo contrario, que no tenía que ver con ganar sino con atreverse a perder. Eso es muy interesante. Cuando tú haces estas fotos desenfocadas es porque estás perdiendo a propósito pero también estás siendo lo más intransigente posible. No estás dando explicaciones de lo que se tratan tus cosas.
R.S: Eso es cierto. Ahí yo veo la otra relación con la poesía. La poesía siempre pierde.
E.V: Por eso bolaño dice que la poesía es más valiente que nadie
R.S: Si de todos los lenguajes tuviera que poner uno en un podio, elegiría siempre la poesía.  Aunque ahora no me dedique tanto a eso como antes, la poesía está en todo. Por lo mismo, porque siempre pierde, nunca vas a ganar, siempre vas a quedar desamparado, destruido.
E.V: Porque hay gente que siempre opta por ganar, pero hay otros a los que nos interesa también la derrota ¿Por qué la derrota interesa?  Si vivimos en un país donde si al final triunfó la dictadura, triunfaron sus grandes y retorcidos valores que se relacionan con eso de ganar siempre. Tu generación se formo en  los 90, en esa idea del país ganador. ¿Por qué si naciste en ese relato, apostar por perder?
R.S: Yo creo que esa parada de que éramos la nueva sociedad ganadora donde hay que  tener un trabajo, una carrera y ser exitoso es lo que nos vendió esto, pero nos lo vendió disfrazado. Por debajo… Por ejemplo yo no vengo de una familia acomodada y me acuerdo que en mi infancia pasamos muchas penurias, mucha escasez, después con el tiempo a mis papás les fue mejor, yo pude estudiar etc., y con el tiempo podría decir sí, soy clase media, pero yo vi esa derrota, como que la dictadura  barrió y metió toda la basura  debajo de una alfombra y  lo demás dejó toda la parte linda, pero yo vi esa basura. Existí en ese margen. Y siempre me he  sentido ahí, independiente de que estudie o trabaje y tenga cosas, yo siempre he  sentido eso; me marcó mucho ver ese margen cuando era chica y  ver incluso la frustración de ese margen, porque no solo es el tema de tener cosas, sino es como la canción de los prisiones cuando pateas piedras. Cuando estudiaba me lo decían: ustedes deben estudiar en la universidad y van a ser alguien en la vida. Si estudias vas a ser alguien en la vida, pero yo jamás me compré eso, yo simplemente lo hice porque me gustaba, pero el cuento de estudiar, tener familia y ser feliz jamás me lo compré. Entonces yo veo a muchos cercanos que si se compraron ese cuento y  ahora están todos tapados en pastillas, deprimidos, porque se vienen  dar cuenta  ahora que todo eso era mentira. Yo siempre lo vi, siempre supe que todo eso era mentira, por lo mismo quizás me gusta la derrota y existir en la derrota.  Uno postula a cosas, hace cursos y gana, pero el ejercicio de corrección es solitario y es frustrante  y siempre estas ahí en ese  agujero. De repente sale algo y dices oh, me reconocieron, pero nunca lo he visto como para hacer carrera. Ni siquiera en literatura. A mí me gusta escribir y hacer fotos y si las cosas circulan, genial pero para mí no es una carrera. Porque me gusta el margen.
E.V: Hay Mucha competencia.
R.S: Sí; es como que el mismo sistema te obliga a competir; todo está estructurado para eso, para que la gente siempre quiera más. Es una cuestión de ego.  Todas las personas que crean son igual así, un poco ególatras. Yo también me reconozco así, pero trato siempre de bajarme. Me digo, ya basta. Aunque uno se da cuenta  que lo que hace lo hace por ego: no estás salvando a nadie con la creación. No me dedico a temas sociales. Hay gente que se vincula a ciertas causas, por ejemplo algunos poetas están muy metidos en la causa mapuche u otros que reflexionan mucho sobre el sistema capitalista…
E.V: Ahora en foto está muy metido el tema de la inmigración o el feminismo
R.S: A mí me interesan esos ejes, pero no quiero caer en eso de tomarlo superficialmente. El año pasado el mismo Fifv se hizo sobre los inmigrantes; se hizo mucho, trabajos como el de Cristián Ochoa o el trabajo de los colectivos. Está bien, pero a mí no me gustaría insertarme porque el tema está de moda como entre comillas. Me gusta la vivencia y la experiencia. Si llego a esos temas por ese camino los voy a tomar. Yo me considero feminista, pero si llego a plantear un proyecto feminista es porque llegué a ese tema de otra forma, de una manera menos interesada, lo voy a hacer. Por eso no me quiero vincular a colectivos o a organizaciones. Me declaro autista, no me gusta tanto el grupo. Pienso que hacen su pega y está bien, pero no me gustaría llegar a un tema subiéndome al carro de la moda.  Siempre  me he negado.
E.V: Me imagino que abarcar los temas desde lo experiencial es muy complejo. Abarcar eso es como la alquimia. Destruir una parte de uno para crear otra parte uno, con todo el dolor que implica.
R.S: Es cierto. Me acuerdo que en un visionado me encontré con Toro Goya y vio el proyecto que estaba haciendo y me dijo algo que siempre me quedó dando vueltas y a que recurro. Me decía: porqué yo hacía proyectos tan destructivos –a él le gustó mi trabajo-. Me decía que debería explorar otros temas, otras áreas porque  de repente para ser tan joven me estaba metiendo en cosas muy pesadas, muy fuertes. Yo al principio de un tema siempre pienso: sigo o me retiro, sigo o me retiro. Uno siempre quiere indagar más, quiere llegar hasta el fondo y también quiere vivir. Uno juega  con muchas cosas, juega con el peligro, físico, integridad, pero también con el peligro emocional de vincularse a cosas así. Yo no podría hacer otras cosas o abordar la creación desde otro lugar. EN POESÍA ES LO MISMO. Por eso hay personas que me dicen, si, si me gustó pero era muy heavy, porque obviamente hay todo un proceso.
E.V: Bueno, uno busca algo de si mismo ahí, desde la falta de experiencia; estás como tratando de encontrarte con estas fotos. Un reflejo de un lugar difícil y terrible de uno. Uno lo aborda desde la completa ignorancia: se equivoca, se cae, se quiebra, llora, se involucra  y es lento.
R.S: Si, tienes que querer tanto esta idea, aferrarte tanto porque si no en el camino no lo vas a terminar. Por lo mismo porque uno se está conociendo. Ahí de repente para y se da un descanso. Después continúa. Es un desgaste emocional, mental.
E.V: Es como un viaje de autoconocimiento, como día Pedro Engel (risas). Uno quiere conocer ciertos límites y entrar a ese lugar donde encuentres algo que te refleje. Anders Petersen lo decía: entra en el horror. Además tenía una frase: tome la cámara y respire profundo. Inhale, exhale, dispare y entre al horror. Yo cuando lo hice, conseguí buenas fotos, pero salí lastimado.

R.S: Yo por eso soy selectiva en mis imágenes y con la gente con quien me involucro. Es una responsabilidad que no tomo con todo el mundo. Uno de alguna manera utiliza a la gente en esto, y por eso lo hago con personas que están conscientes de eso. Porque con cualquiera no. Solo con gente que sabe cuál es mi visión de las cosas. No se van a encontrar con sorpresas. Por lo mismo he parado de hacer fotos y he necesitaba encaminarlo.