sábado, 1 de enero de 2011

El viejo nuevo barrio Esmeralda

El cristalino caer del agua estancada de la fuente, es sin duda el característico campanilleo que da a este barrio Esmeralda un signo de identidad. Tanto así, que justo en esta plazoleta hay un escondido motel cuyo nombre –Cascada-, hace un homenaje al trino acuático de la fuente, ya que cuando uno está en pleno acto amatorio de pronto repara en la caída del agüita que desde afuera, como una música patética, repleta los oídos de insistentes gorjeos. Es común que las parejas se paren aquí y se hagan las lesas, haciendo un largo y tímido preámbulo antes de atreverse a entrar a los recintos amorosos y sus tragos de cortesía y películas porno que se ven mal. Pero este no es el punto principal que define la realidad de este curioso rincón. Aquí hay otra cosa. Una impronta semi bohemia, interesante, que de a poco, con un tesón que se nota en el auge creciente de locales nuevos de diseño y cafeterías, va formando un cuerpo cultural que se agita bullente alrededor de La Posada del Corregidor. En esta vieja construcción colonial, verdadera alma del sector, se coordinan hoy por hoy las actividades patrimoniales del grupo Cultura Mapocho que tiene en marcha toda una dinámica que invita al público, semana a semana, a tomarse la ciudad, recorriéndola en geniales tours gratuitos a cargo de expertos –periodistas e historiadores jóvenes- que se juntan en un punto especifico para partir a perderse entre los intramuros capitalinos.
Me parece que este lugar es un buen punto de inicio para introducirnos en una dinámica de recorrido urbano, ya que además de la propuesta que nos da La Posada del Corregidor, tenemos el influjo de cercanía que atrayentemente nos ofrece el centro cultural Goethe a unos metros. Además encontramos la tienda Wescoast, especializada en coleccionismo de viejas joyas del cine, así como infinidad de juguetes, historietas y souvenires que al estilo de una excéntrica tienda gringa como las que salen en las películas, nos abre una puerta a maravillarnos con una memorabilia que nos sorprende al hacerse propia. Entre los anaqueles hay revistas del Dr Mortis, primeros números de Condorito, Jungla, Capitán Júpiter y una serie de cosas más que nos traen el recuerdo de la infancia: fotos originales de la Guerra de las Galaxias, figuras de acción de He-man, trenes eléctricos, e infinidad de curiosidades que se agolpan en auténticos cerros y cerros. Hay definitivamente en este barrio un aire nuevo. Un punto decidor lo marcan las tiendas de diseño que han aflorado entre las casas viejas, con un estilo colorido, independiente. Son aire fresco en cuanto a lo que uno estaba acostumbrado en el centro lleno de multitiendas. Por ejemplo la tienda Niña Luna, atendida por sus dueñas se dedica a la venta de arte, diseño, vestuario, decoración, eligiendo con pinzas lo más top entre artistas y diseñadores jóvenes de vestuario. Otro punto alto en cuanto a Diseño Independiente lo da el Bazar Siete Seis. Igualmente atendido por sus dueñas, Rocío Contreras y Valentina Aylwin, se especializa en accesorios y exclusividades de toda índole.
La intención de estas tiendas, cuya ubicación en el sector para nada obedece a una casualidad, es rescatar el barrio, dándole un cariz nuevo, realzando los viejos colores que bullen como un sentido de vida que se abre para los curiosos, los caminantes que esperan descubrir en la ciudad un rumbo renovado, lleno de actividades al aire libre. Un rumbo que más encima nos queda a la vuelta de la esquina. Sólo nos basta bajarnos en el metro Bellas Artes y caminar hacia el poniente hasta llegar a calle Esmeralda.

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