domingo, 1 de febrero de 2009

La última aventura de Manuel Rodríguez

Actualmente un grupo de investigadores apoyados por la Universidad Pedro de Valdivia, así como por una carta de Carlos Cardoen, ha debido sortear diversas barreras -entre mitos y realidades-, para comprobar si efectivamente el cuerpo sepultado en el Cementerio General, en el monolito rotulado bajo el nombre de Manuel Rodríguez, corresponde o no al guerrillero padre de la patria. Los trámites se encuentran hoy a la espera de la autorización legal de exhumación por el Ministerio de Salud Metropolitano.


La fama de obcecado y valiente patriota de Manuel Rodríguez aún se agita en un aura fantasmal, en que su figura, la del guerrillero de la calavera en el cuello, amado por el pueblo y odiado por los poderosos, aparece hoy, como lo dijo alguna vez Neruda en El Canto General: "Puede y no puede; puede ser sólo el viento sobre la nieve"… Esta es la disyuntiva que protagoniza la legendaria imagen del prócer de la Independencia, pero no desde hoy, si no desde su asesinato en Til Til, el 26 de mayo de 1818, o sea, hace justo 190 años. Y es que pese a que no han faltado teorías que han situado los restos del húsar de la muerte en distintos lugares – entre ellos la vieja iglesia de Til Til, la catedral de Santiago, la iglesia de La Merced o el Cementerio General –, no se sabe a ciencia cierta dónde se encuentran, ya que los datos en torno a su identidad post mortem no fueron, de acuerdo a la época en que se hicieron los estudios, postulados serios en torno a este dilema. Sin embargo, para el Fiscal Juan Pablo Buono-core, a raíz de un extenso trabajo investigativo que en sus tiempos libres ha desarrollado en conjunto con el abogado defensor penal de Rancagua, Jaime Jansana, valiéndose de decretos y documentos, el misterio está casi debelado.
La historia, según fiscal, quien desde el 2006 prepara un libro sobre el último año de vida de Manuel Rodríguez, transita desde su asesinato en las planicies campestres de la Cancha del Gato -terreno cercano al estero Lampa en Til Til -por donde el regimiento Cazadores Nº 1 de los Andes pasó en el traslado al prisionero desde Santiago a la cárcel de Quillota-, llegando hasta hoy, en que él y un grupo compuesto por varios médicos y especialistas de la Universidad Pedro de Valdivia, así como varios descendientes del héroe, están a la espera que el Ministerio de Salud Metropolitano apruebe la exhumación de los restos que sus investigaciones cuestionan sean los del soldado, y que se encuentran desde 1910 bajo un monolito del Cementerio General.En este sentido, las cosas no han sido fáciles, ya que pese a contar con toda la voluntad de concretar la gestión -que incluso a incluido una carta de apoyo de Carlos Cardoen, amigo de un tataranieto del héroe--, el Seremi de Salud Publica, el Dr. Mauricio Osorio, en primera instancia les negó esta posibilidad, según cuentan, aduciendo a que en este ámbito existían varios vacíos legales que no lo facultaban para autorizar la pericias. Buono-core es enfático en este sentido: "saber si el cuerpo enterrado ahí es o no Manuel Rodríguez, es fundamental para Chile camino al bicentenario", alegando que la búsqueda de la verdad en este asunto, obedece a desentrañar el crimen del primer asesinado político de nuestra historia: "Esto es una especie de llamado de justicia que intenta revivir la figura de un personaje que está en la conciencia y los corazones de todos nosotros, un héroe que enfrentó el sacrifico terrible de arriesgarlo todo por su lucha", remarca.

Mitos que chocan.

Sin duda, la última aventura de Manuel Rodríguez empieza después de muerto. La historia oficial dice que tras estar 5 días su cadáver en la intemperie y ser presa de los animales roedores y de rapiña que abundaban en los boscosos terrenos de Til Til, el cuerpo, putrefacto, saqueado y semidesnudo, es recogido por los campesinos quienes lo entierran en la capilla del pueblo, hecho ordenado por un gran amigo del guerrillero, el juez subdelegado de la localidad, Tomás Valle, quien mantuvo el secreto del sepelio por miedo al gobierno o`higginista. Luego de 70 años de silencio, en el período presidencial de Jorge Montt- hacia 1895-, se organizó un comité patriótico popular compuesto por el historiador Justo Abel Rosales, el Dr. Enrique Allende Ríos y Abelardo Carvajal, con el fin de exhumar y reconocer los restos enterrados en la iglesia. La autorización firmada por Enrique Mac- iver y el presidente Montt, dio pie a que se abriera la supuesta sepultura, en donde ciertos rasgos, como la deformación en el cóccis ocasionada por la montura a caballo en el esqueleto, se interpretaron como pruebas efectivas de que sí se trataba del cadáver del patriota. Además, hubo en el hallazgo pedazos de uniformes que vistos por un sastre se sugirieron que provenían de la época de la Independencia. La acreditación de esto derivó en que se declarara que la identidad de los huesos se corroboraba hasta "cierto límite", tomándose la decisión de enterrarlo como si se tratara de los restos pese a que no hubo un informe convincente. Se sepultó en el mausoleo militar y luego en la época del centenario se le trasladó al monolito en que descansa hasta hoy, dándosele todos los honores militares correspondientes. Esta historia, así mismo, ha sido cruzada a lo largo de los años por varios contrastes que la han cuestionado fehacientemente: se habló en un momento que el cadáver que se enterró en Til Til se trataba de otro soldado que fue muerto por accidente en el pueblo, y cuyo cuerpo se disfrazó como si fuera el del guerrillero para encubrir el hecho. También se dijo que efectivamente se habría desenterrado de la capilla anteriormente por un agricultor de la zona, el que abría buscado afanosamente los restos en el año 1968, y los que al contacto con las manos se hicieron polvo al ser descubiertos. Otros dijeron, según actas eclesiásticas, que se encontrarían en Santiago, en el Templo Metropolitano o en la iglesia La Merced.

Mitos.

Según explica Buono-core, el crimen de Rodríguez está lleno de mitos cuya verdadera solución, "obedece a una triste verdad": una orden directa de la Logia Lautarina y su gran maestro, el en esos años Director Supremo, Bernardo O`higgins, quien, se ha dicho muchas veces, consideraba a Rodríguez un peligro político. Según cuenta Buonocore: "El día anterior a su detención – el 18 de abril de 1818-, el guerrillero con varios personajes del pueblo chileno como Manuel José Gandarillas, Agustín Eyzaguirre, Juan Agustín Alcalde, fueron hacer peticiones constitucionales a O´higgins, las que pretendían implementar disposiciones que regularan el poder de su rango, así como también dirigidas a la realización de elecciones para formar un congreso nacional. Esto motivó que el Director Supremo ordenara el encarcelamiento de estos patriotas, hecho que finalmente dio impulso al guerrillero para irrumpir a caballo en el palacio de gobierno, protesta que desembocó en su encarcelamiento. La historia oficial cuenta que fue apresado por revoltoso. Eso no es así. Fue por apoyar una petición democrática. Luego se le impusieron dos cargos, primero de sedición, por no disolver el escuadrón de los Húsares de la Muerte y no entregar las armas, lo que se habría demostrado después que era falso, y luego otro por conspiración, a motivo de enviarle una carta al argentino- francés, Ambrosio Cramer, intimo amigo de José Miguel Carrera en que le decía: "Obra, obra, obra. Vente, vente, vente y vuela, vuela Ambrosio al lado de Rodríguez". Esto no fue bien interpretado por las autoridades. Después de su muerte, por lo que representaba para la gente, su crimen se disfrazó, diciendo que había partido al Perú como espía. Cuando se ordenó el traslado de Rodríguez, su escolta no estaba compuesta por soldados chilenos, sino por argentinos y españoles a la cabeza de Rudercindo Alvarado, quien anteriormente estuvo a cargo de la cárcel de San Pablo, de donde el húsar habría alguna vez escapado. Alvarado es al fin quien realmente lo mata, y su muerte ha sido una mala interpretación histórica casi por 200 años. El proyectil no fue la causa. Murió con una bala en la axila, la que por el modelo de carabina era una pesada munición de plomo que lo botó al suelo. Cuando quiso levantarse recibió un golpe de sable en la cabeza, un traumatismo encéfalo craneano".

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