domingo, 8 de febrero de 2009

Las Banderas Olvidadas de Tito Mundt

Siempre es un placer volver, con la curiosidad propia de un descubridor sorprendido, a ciertas páginas como estas, que marcan y comparten los detalles hermosos de una profesión llena de mística como el periodismo.
En el caso de Tito Mundt, este oficio fue desarrollado con afán por más de treinta años y volcado,además por una hermosa casualidad necesaria, en una autentica "guía de época" que se tituló apropiadamente "Las Banderas Olvidadas".


Este libro, publicado por editorial Orbe en 1964, es, como su autor da a entender en el prólogo, la crónica franca de la época que vivió, y que más que observar como desatento testigo, miró con el oficio acucioso del reporter que en vez de hacer memoria hurgando entre apolillados libros, sólo se sentó con sus recuerdos, un pitillo entre los labios y una maquina de escribir, y volcó sus observaciones a la página con la pluma del escritor avezado y directo, escueto y pendiente. No es un testamento aburrido, si no un reportaje apasionante. Una pluma que raya cancha desde la caída del General Ibáñez, el 20 de julio de 1931, en que Mundt evoca la efervescencia universitaria de esos días en que él tenía 11 años y se paseaba por la ciudad en pantalón corto subido a los toldos de los viejos tranvías:
"El 20 los estudiantes se tomaron la Universidad. Los Dirigía el grupo "Avance", que se había fundado cuatro meses antes, y el líder más viable y el mejor orador era Julio Barrenechea Pino, un estudiante delgado como una navaja Gillette que hablaba como Dios.
Los estudiantes se armaron de algunas pistolas viejas y unas escasas carabinas parientes de la de Ambrosio, y colocaron una pizarra en la fachada que decía "Libertad".
Los carabineros comenzaron a hacer ejercicios de tiro mientras el Club La Unión, que siempre ha tenido un espíritu intensamente cristiano, les mandaba de comer a los estudiantes los mejores sándwich que se preparan en Santiago".

La calle ardía y los grupos universitarios de la Chile y la Católica se encontraban en un simbólico abrazo entre el "Pope" Leighton y Barrenechea.
Mientras tanto, Marcos Chamudes decía que ya era momento de que los estudiantes no se quedaran burguesmente en la universidad, si no que salieran a las calles a hacer frente a carabineros. Así empezó la lista de caídos, entre el grito ¡Muera Ibáñez!
Cayó Pinto Riesco y Alberto Zañartu, profesor de Historia del Liceo Aplicación, quien la misma tarde en que renuncia Ibáñez su féretro acompañado por sus alumnos es conducido al cementerio General. "Había ganado su batalla después de muerto".

Las banderas Olvidadas es una excepcional delicia literaria, plagada de personajes de la vida criolla, entre cultural y siempre política; anecdótica sazón de ideas y muestrario interminable de situaciones que se abre camino entre personajes como el crítico Ricardo Latcham, Jorge Delano de Topaze, el periodista Julio Cordero y su celebre sección policial en el Diario Ilustrado, Don Juan Esteban Montero y su republica socialista, Arturo Alessandri y su segunda campaña, los socialistas Oscar Schnake, Héctor Barreto, Juan Bautista Rosseti, los nacistas y su jefe Jorge González –cuyo funeral es descrito bellamente entre estas páginas- , las milicias republicanas, Pedro Aguirre Cerda. Todos recordados en una mezcla minuciosa aunque un tanto rápida, que encuentra cabida en deliciosos capítulos de anécdotas incontables en la bohemia santiaguina ":

"Antes que nada el Café Santos (en los bajos del cine Central) donde había una mesa nacista, una mesa falangista, una mesa liberal y una mesa socialista. Se discutía a la hora del té a gritos.
El lugar de reunión obligado era la fuente de soda "Iris", que se hizo famosa porque todas las noches, a la una, llegaban puntualmente Rosetti, Juan Luís Mery, los jefes de la izquierda, el guatón Valenzuela, redactor político del diario, y los poetas populares de la época.
En la Confitería "Torres" se reunía la gente más o menos derechista. En el café "Volga" donde mataron a Barreto, se reunían los socialistas y en el "Jockey" (primera cuadra de Ahumada) la pijería de la Universidad Católica que jugaba cacho después de comer los celebres pequenes que se vendían en la Alameda en un rincón al llegar a Teatinos".

Sin duda un capitulo que cruza la publicación como un eje simbólico fuerte por la importancia de transformación para la política chilena, es la Masacre del Seguro Obrero, que a lo largo Las Banderas Olvidadas adquiere un cuerpo recurrente en testimonios y fotografías.
Ese feroz 5 de septiembre cala muy hondo en Mundt quien militó en el Movimiento Nacional Socialista de Chile, dándole mucha importancia a este grupo en sus páginas,recordando entre otros hechos las luchas en la calle Condell de Valparaíso, donde varios nazistas murieron o fueron heridos al ser atacados con puñales por los comunistas que cortaron el cuero de sus nalgas para dejarlo macabramente colgado a la vista publica. El autor recuerda que en esa ocasión las víctimas fueron atendidas por el doctor Salvador Allende a quién ayudaría muchos años después en la campaña del 58.
Violencia y política se encuentran en este compendio precioso de nuestra vida política cuya portada vio dos ediciones, la primera en color rojo, la segunda en azul, ambas con la fotografía de su autor junto a Arturo Alessandri y su perro Ulk.

2 comentarios:

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  2. Leí este maravilloso libro a fines de los 60, un verdadero compendio de la historia de Chile de la época, vivida y reporteada por Tito Mundt, verdadero maestro de la crónica, con su sello característico de vivir apurado.... en la radio siempre decía antes de comenzar : "vengo llegando pero ya me voy yendo", periodista apasionante de una época política y social muy interesante.

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