
Fue mucho tiempo el que esperó el pueblo de Chile para volver a estas antiguas dependencias que hoy, luego de excesiva y correntosa agua bajo el puente histórico de nuestra vida republicana, vuelven a ser el símbolo de la apertura de las grandes alamedas. Y es que estas estructuras de cobre, los grandes ventanales, los imponentes pilares de piedra y la brisa fresca que pasa por sus espacios vacíos, es un hondo reflejo de aquel vaticinio poético dicho en La Moneda hace tantos años, y que hoy, por fin, hace eco para embellecer el lado norte de nuestra Alameda, dándole al barrio Lastarria, esnobista en sí mismo, una razón real por fin para tal atribución.
Tenemos el lugar soñado, pero aún así, luego del boon de la inauguración, llena de los artificios y pirotecnias propias del mundo cultural chilensis, la concurrencia es poca todavía. El espacio desolado que repleta nuestra vista, aquí parece contestar auspiciosa pero desgraciadamente lento a la pregunta recurrente de todo espectáculo cultural: ¿Hay algo que ver? Obviamente. Pero por lo pronto sólo podemos agradar la vista con una expo genial de fotógrafos españoles y punto. El resto es espacio, espacio para caminar, espacio para mirar la nada y sobretodo, espacio para meditar. Tantas cosas que pasaron en esta UNCTAD, Diego Portales y ahora, por fin, Gabriela Mistral. Tantas ordenes siniestras aquí dadas parecen retumbar, todavía, atemorizando al público que ha visto –creo, basándome en lo que siento- en este sitio de despojos un renuente algo de lo que fue una época miserable. Porque debajo de los disfraces aún está la oscuridad, pero, mirando más adentro de aquella sombra, en la profundidad de los cimientos, en el alma de este sitio, muy por debajo de las relucientes maderas que hoy reverberan al sol primaveral y de los malos recuerdos, hay una respuesta, un camino que indica que sólo debemos ocupar de nuevo la vieja UNCTAD, entrar a sus pasillos, pololear, conversar de lo humano y lo divino, y reírnos mientras vemos fotos, cuadros, miramos su biblioteca, oímos a nuestros poetas, respiramos el aire rico de Santiago y sentimos el futuro. Porque esta UNCTAD o Gabriela Mistral tiene la maravilla de darnos el espacio para echar a volar la mente en un laberíntico recorrido de proyectos y sueños. Y aunque hay chaqueteros que han dicho que este lugar es un elefante blanco que nació muerto, porque su gran tamaño le hará difícil ser llenado por la curiosidad del capitalino que poco engancha con un diseño tan grande, creo que estamos ante la oportunidad perfecta. Salas grandes nos darán actores grandes, espacios enromes nos darán desafíos enormes y obligaciones con aquello que tanto se hace llamar cultura pero que aquí tiene que salir a la cancha. Porque en la cancha se ven los gallos, tomémonos el Gabriela Mistral se ha dicho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario