sábado, 10 de octubre de 2009

La puta Santa Isabel


Las realidades de este sector son diferentes de día y de noche. Diurno es un lugar ajetreado y transitorio donde siempre hay cosas que ver, como el Monasterio de las Agustinas de la Limpia Concepción y su centenaria casona e iglesia de 1912, llena de gárgolas y con pinta de castillo medieval.
En la noche, sin embargo, esta manzana que comprende Vicuña Mackenna, Marín, Santa Isabel y Reina Victoria, se estanca como agua turbia. Cobra vida el brillo de los restaurant chinos. El neón de lugares como la mítica Shopería Munich, donde la luz amarillenta trae la nostalgia de un Santiago viejo, y la gente se detiene, inmóvil como en un cuadro de Edward Hopper.
Pulula camuflada una fauna de putas y travestis en las veredas. Corren leyendas urbanas como la del famoso “Mazinger Z”, que dicen las malas lenguas era el homosexual que saciaba los turbios apetitos de varios rostros de la televisión ochentera.
Hace poco un amigo fue el primero en hablarme de estos barrios y sus burdeles escondidos tras la fachada de viejas casonas. Indagando más pude llegar a uno estos locales para darme cuenta, con sorpresa, que la clientela ya casi no es de chilenos, sino que abundan los inmigrantes que han pasado a clavar su bandera en el burdel criollo como una plaga.
De todos modos, hoy, este otrora desbordante barrio rojo no quiere ser menos que antes, cuando el hervidero de putas rebalsaba las calles en un mórbido espectáculo de exhibicionismo que se remonta a los años 80 y 90. Es posible encontrar todavía varias casonas con chicas de la noche, populares bar swinger y alguna que otra aventura callejera a precio módico. El puterío sigue siendo aquí, aunque más piola, el pan de cada noche.
El burdel que visité era de lo mejor. Tenía música clásica, obras de arte del siglo XIX y una variedad de chicas desde exóticas peruanas hasta eróticas veinteañeras voluptuosas del sur. La dinámica de atención comienza en un decorado living en que todas las chicas se van presentando de a una, dan un besito en la mejilla y se van. Luego de esa breve demostración de sensualidad viene la elección. Por 20 o 30 mil pesos se está listo. Aunque finalmente no acepté la invitación, el dueño del lugar igual me mostró las cómodas piezas que repletaban su “local”, relatándome que el suyo era apenas un negocio pequeño, ya que en este mismo barrio, según él, están los puteríos más importantes de la capital e incluso del país.
Sin duda los nombres de las calles Santa Isabel y Reina Victoria, ahora más que evocar una distinguida realeza, parecen rememorar parafernálicos apodos de putas viejas.

3 comentarios:

  1. Utas que me gusta como escribe iñor!
    Un gran abrazo!

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  2. yo no conozco esas casa de putas, si que conozco unas que quedan en estación Mapocho, justo al lado del centro cultural. hace años ibamos a comer ahi y mi acompañante era amigo de un tipo que vendia las entradas para entrar , el tipo habia salido de la carcel hace poco, y decia que nunca que nunca se iba a volver a enamorar, que nisiquiera iba a visitar a las putas del local , por que le daba miedo volver a matar a alguien.
    aqui en valpo una vez quise entrar a mirar a uno, y no me dejaron...

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  3. maravilloso!!!!!! me alegra , puede que me vaya a stgo este finde,. un abrazo grande grande.

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