viernes, 30 de octubre de 2009

Sabina a la carta


Bajo la vigilancia nocturna del cerro San Cristóbal, en Antonia López de Bello, entre la hermosa Plaza Constitución y la calle Mallinkrodt, encontramos los atrayentes destellos de una rojiza luminaria que nos llama a ser parte de la noche y a brillar. El Tolerance Restobar, El Perseguidor, el Cuatro y Diez y el bar Altazor, forman un boulevard exótico, que luego de las 10 de la noche recibe al trashumante, que más que tomar una cerveza busca estilo y aventura. Que más que aburrirse, fumando al son del bullicio alcoholizado y monótono de las noches de Bellavista, quiere acción y reflexión. En esta búsqueda es posible toparse aquí con un verdadero lujo: la voz del gran cantante popular, tanguero y poeta, Hugo Cruz.
Él y su “Banda de las noches perdidas” que se presentan todos los martes en La casa en el aire, ofrecen una singular dinámica. Mediante tarjetas en que se anota la canción deseada, el público puede pedir los mejores éxitos de Joaquín Sabina. Verdadera poesía a la carta y sin duda un homenaje que supera por mucho la simple imitación. Tanto así, que el guitarrista de la verdadera banda de Sabina, Antonio García Diego, quedó feliz el 2007 cuando tocó con estos chicos. La banda de las noches perdidas tiene algo propio y lo demuestra en Las noches de Sabina, espacio que lleva cuatro años de existencia en este lugar. Hugo Cruz es un consagrado cantante de tangos y fanático del interprete español. Mezcla como nadie, entre el humo de la bohemia y el ruido de las botellas de cerveza que se vacían, elegantes movimientos con una voz potente. Herencia de Roberto Goyeneche con pizcas de Elvis Presley, ingenio de Catulo Castillo con contorneos de Sandro y un gran sentido del humor, lo hacen sin duda ser uno de nuestros mejores cantantes urbanos. En su espectáculo es posible encontrar, por añadidura, una incondicional fauna de fanáticos que va desde poetas, como Pancho Carrasco que hace poco sacó su libro “Heraclito en el manicomio”, o enigmáticas musas de una noche fugaz, que buscan, entre la feroz juerga santiaguina, un minuto de diversión. Un minuto que dada la casualidad que nunca falta, podemos protagonizar nosotros, los que de repente llegamos a un lugar como este rincón, en que la noche parece durar para siempre.

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